Tuesday, September 27, 2011

FELICIDAD EN EL MATRIMONIO

(Génesis 2:15-24; Efesios 5:21-33)

Introducción

Es costumbre de los evangélicos considerar, en ocasiones como la presente, el matrimonio a la luz de Palabra de Dios. Según la Biblia, el matrimonio constituye la unión indisoluble de dos seres que se asocian para ayudarse mutuamente y promover la felicidad del uno y del otro en todos los aspectos. Puede que alguien sonría al oír tal definición, diciendo: "Esto es muy bonito en teoría, en este día de fiesta...., pero que entren los novios a la vida real y verán que no es tanta la felicidad como hoy se imaginan. ¡Cuando no se convierte tal unión en un infierno! ¡Es muy corto el trecho entre la "Luna de miel" y la "Luna de hiel". ¿Por qué ha de ser así? Dios instituyó el matrimonio como una "cosa buena", agradable, beneficiosa, sobre todo para el hombre....; no tanto para la mujer, para la cual es mejor, en algunos casos, no casarse.... Tampoco le es tan indispensable como al hombre; pero en los matrimonios afortunados, es bueno para ambos. Creemos sinceramente, como cristianos, las afirmaciones de aquel himno optimista, que dice:

¡Oh Señor, Tú que al hombre creaste

Y un jardín de delicias le hiciste,

Sobre todas tus gracias le diste

La mujer como ayuda ideal!

Tú no cambias, Señor; para el hombre

Que ferviente te busca y proclama;

Para el alma que humilde te ama,

Este mundo se vuelve un Edén.

¿Qué debemos hacer para que sea así? Echemos una mirada al Edén: ¿Cuáles eran las condiciones que hacían felices a nuestros primeros padres?

Se han dicho muchas cosas acerca del mito del Edén, desde que la teoría de la evolución se abrió paso en los círculos científicos. Pero lo que no puede negar la ciencia es que hay un salto tremendo entre el mono más evolucionado y el hombre consciente de sí mismo, creador de ideas, dotado de habla; espíritu en estuche de barro —como alguien lo ha llamado—. Y esto justifica, y reclama, una intervención directa y especial del Creador en el inicio de la raza humana....

Es un hecho notorio que la tradición del Edén se halla en el fondo histórico de todos los pueblos y religiones de la tierra. ¿Por qué no podemos creer que el Invisible que se manifiesta en sus obras (Romanos 1:20), se hizo visible por teofanía y realizó, por una intervención directa, en el Paraíso terrenal, el gran salto que la antropología no puede explicar? Es bien lógico y plausible que ese ser, el hombre, de categoría tan superior a los animales, fuera puesto en una especie de museo natural donde pudiera aprender a conocer el mundo que había de serle dado señorear con su superior inteligencia.

Y este hecho histórico, acreditado por las Sagradas Escrituras y por las tradiciones o recuerdos más o menos vagos de la humanidad entera, nos lleva a preguntarnos: ¿Cuáles eran las condiciones que hacían felices allá a nuestros primeros padres? Les faltaban, entonces, sin duda, muchas cosas buenas que el arte y la industria nos han proporcionado en el orden material. Aprovechando tales ventajas que nos ofrece la experiencia de la humanidad, podríamos ser nosotros mucho más felices que ellos, y lo seríamos, si supiéramos cumplir las de orden moral y espiritual que ellos poseían y practicaban: ¿Cuáles son éstas?

1. Las características del Edén

1) Identidad mutua. «Ayuda idónea», dice el texto bíblico. Adán observó que todos los animales tenían su pareja, pero  él  se  hallaba  solo....  Dios  dejó  al  hombre,   destinado  a   ser,   corona  de  la  creación,   solitario  por  un  poco de tiempo para que se diera cuenta de su necesidad. Una hembra del mundo animal, la mejor de la raza de los simios, no podía satisfacerle.... No habría habido identificación ni comunión posible con un ser de naturaleza tan diferente, sin espiritualidad; sin habla, sin gusto ni capacidad para el arte, y la belleza;  sin inteligencia superior. Por eso el Creador intervino de nuevo formando la verdadera corona de la creación, que lo es a la vez del hombre: la mujer. Un ser que completaba al varón y suplía sus necesidades físicas y morales. Con ella el hombre se sintió feliz y agradecido: vio que Dios le había dado exactamente lo que le convenía.

2) Un amor sincero y único. Para Adán no había literal y efectivamente otra mujer en la tierra que Eva; por esto la amaba con toda la pasión de su alma. Según el poeta Milton, era tan grande su amor, que arrostró el peligro de desobedecer a Dios cuando ella hubo desobedecido,  para no verse separado de ella. ¡Quiso correr su suerte! ¡Muy poético, pero muy posible!

3) Ausencia de pecado. Hay quienes se burlan del pecado (Proverbios 14-9). La Biblia los llama necios. Dicen que es una idea inventada por los autores de las religiones, usada por curas y pastores para asustar a la gente. "Haz lo que quieras, con tal que no topes con la justicia humana —afirman—;   de lo demás no tengas temor, pues  ¿quién puede fijar los límites del pecado?" Pero el pecado es una realidad, porque el Autor del Universo es un ser moral, no puede ser un ser sin inteligencia ni voluntad. "El que hizo el ojo,  ¿no verá?", dice el Salmo 139. Por esto, algunas cosas le parecen bien y otras mal. El pecado es desobediencia a la voluntad de Dios, es anteponer nuestra voluntad a nuestra conciencia y a sus mandatos. En el Edén no había pecado, Dios instruía a la primera pareja, y ambos decían "sí" y "amén"; no sentían nada malo, no veían nada malo a su alrededor, no podían dudar el uno del otro, ni de Dios, tenían la perfecta caridad que no piensa el mal. En último lugar:

4) Disfrutaban de plena comunión con Dios. Nuestros primeros padres no estaban enteramente solos; tenían un compañero audible, y visible, por Teofanía.... Una manifestación del Infinito se les aparecía diariamente para instruirles. Si era feliz el hombre, en su soledad, mediante la comunión con Dios, lo fue mil veces más cuando tan extraordinario privi­legio pudo gozarlo en compañía de Eva. "¿Has oído, amadísima —le diría— cómo El preparó todas las cosas para nuestro bienestar? Hizo que creciese la hierba y los frutos jugosos de los árboles para nuestro refrigerio, y este río que se reparte en cuatro ramales, y las aves que nos alegran con sus cantos.... Dice que nos ama, y es cierto: cada flor, cada pájaro, cada fruta sabrosa que descubro, nos lo demuestran. Y mañana volveremos a oír su voz, nos dará nuevas instrucciones. Si alguna cosa no la recuerdas, te la recordaré yo. ¡Cómo quisiera llegar ya a mañana por la tarde!"

Así vivían y eran felices nuestros primeros padres, por­que:

a)    Se comprendían.

b)    Se amaban.

c)    No tenían pecado.

d)    Disfrutaban juntos de comunión con Dios.

Pero el Paraíso se perdió. El enemigo introdujo la duda, la desobediencia y tuvieron que salir desterrados. Desapareció la felicidad, pero no el deseo. Todos queremos ser felices. De ahí la bella frase poética de que "ya que por la mujer se perdió el Paraíso, cada mujer debe esmerarse para con­vertir en paraíso su hogar".

2. Las características del Edén en el mundo moderno

Pero para que así sea, deben cumplirse las condiciones morales del Paraíso. No ya las materiales, porque el mundo es diferente; pero si logramos practicar las virtudes morales que en aquel feliz lugar se dieron, podemos hacer que nues­tra vida se parezca al Paraíso.

1) Conseguir ayuda idónea. Que la compañera con que uno se junte se parezca a uno mismo. Decimos a los jóvenes: No vayas a buscar una mujer muy culta si eres un sencillo peón;   ni de alta posición,  si eres pobre;  pues aunque la encontraras, no habría idoneidad, sino una barrera entre am­bos. Necesitas una compañera que entienda en las cosas que tú entiendes y pueda ayudarte con su consejo. No es necesario que tenga exactamente el mismo nivel intelectual que tú tienes, pero por lo menos que pueda comprenderte e identi­ficarse contigo y tus cosas.

2) Amor único y verdadero. La adaptación razonada, fría que comprende los derechos del otro, no proporcionaría, empero, verdadera felicidad sin el adherente del amor. El amor facilita la adaptación, la asegura. No me refiero a la atracción sexual.... esto no es amor (todo hombre puede sentir atracción sexual a mujeres a las que no ama), sino a la ternura, la simpatía, la admiración y gratitud que inspira el compañero o la compañera con su afecto, su cariño, sus atenciones, sus actos abnegados. Por esto se dice del amor: "Más que ayer y menos que mañana." Esto, empero, no es realizable de un modo absoluto sin la tercera condición.

3) Ausencia de pecado. Alguien dirá: ¿Es posible esta condición? Si todos tenemos la tendencia natural pecado; somos egoístas, voluntariosos, recelosos, y estamos en un mundo malo. Cierto, pero hay una clase de personas, los verdaderos cristianos, de los cuales Jesús dijo: "No son del mundo como tampoco yo soy del mundo." Los que han roto con el pecado y cuentan con la gracia de Dios para ayudarles a vencer. No estamos en el Paraíso, es cierto; pero Jesús dijo: "El Reino de Dios entre vosotros está." Cristo vino a establecer el Reino de Dios, el nuevo Paraíso en los corazones por la conversión (explicarlo a los nuevos oyentes en breves palabras). Tenemos millones de ejemplos de hogares quebrantados y desechos por el pecado que fueron transformados por este fenómeno espiritual. ¿Habéis roto con el pecado? ¿Habéis nacido de nuevo? Hay millones de seudo cristianos, no sólo en el mundo católico sino también en el protestante, totalmente engañados, pensando que la regeneración fue obrada por el bautismo. ¿Sois, amigos asistentes, cristianos de nombre?

4) Comunión con Dios. Este es el principal secreto de la felicidad en los hogares y en la comunidad. Hay quienes piensan que esto es cuestión sólo de frailes y monjas, pero no es así. Dios es una realidad viva, un Ser inmanente en el Universo que quiere tener comunión espiritual con los humanos hechos a su imagen. No se nos aparece en Teofanía, como en el Edén, pero nos ha dado su Palabra, podemos hablar con El, darle gracias, consultarle las cosas y vivir en su presen­cia. No podemos quitar las cosas malas del mundo, ni la tendencia pecaminosa de nuestros corazones, pero, creedlo, por la conversión, podemos poner a Dios en nuestras vidas.... Cristo quiere unirse a los seres humanos que ha redimido, de un modo tan íntimo, que los llama "su esposa", y ha prometido llevarnos a un hogar nupcial que está preparando allá arriba (Apocalipsis 3:20 y Juan 14:1). Algunos nos llaman fanáticos a los que queremos tener esta comunión con Dios...., piensan que se puede ser cristiano, católico o evangélico, sin tomar las cosas con tanto fanatismo; yendo a la iglesia tres o cuatro veces al año, y tales personas pretenden ir al cielo. Si hay un cielo, dicen, no quieren que Dios les deje fuera.... Esto es tan insensato como si esta esposa pretendiera ser esposa del joven que tiene frente a sí, viviendo separada de él con sólo verle un ratito dos o tres veces al año. Sin embargo, esto es lo que pretenden muchos llamados cristianos con su celestial Esposo. ¿Cómo pueden esperar ser felices aquí y allá; en esta vida y en la venidera?

La felicidad, pues, no consiste en cosas externas.... El Paraíso de nuestros primeros padres no fue paraíso; cuando, a causa del pecado, comenzó a faltar la comunión con Dios, y el hogar más suntuoso, lleno de ricos tapices y alfombras, es a veces, un infierno para quienes no tienen el amor de Dios en sus corazones. Un infierno de celos y recelos, de envidias y rencores.... Y en tales casos, sin ninguna esperanza para el más allá de la muerte que sabemos ha de venir a romper y arrebatarnos todos los bienes y privilegios de la vida.

5) Amor eterno. Por esto quisiera llamar vuestra atención a una frase que se repite profusamente en todo noviazgo, pero que raramente se cumple: Eterna luna de miel. La idea es atinada, pues bien cierto que no hay felicidad verdadera si no es eterna. Solamente el pensar que termina una cosa buena es una contrariedad y un tormento (ejemplo de unas vacaciones, un viaje agradable, una fiesta, etc). En el matrimonio usamos esta frase sabiendo de antemano que es una hipérbole, que no puede cumplirse. Esta condición suprema de la felicidad era un hecho en nuestros primeros padres antes del pecado. Sabían que su suerte era diferente a la de los animales, puesto que habían recibido con su superior inteligencia una promesa de inmortalidad. "El día que pecareis, moriréis." Entonces os ocurrió —vino a decirles Dios— que siendo de una raza superior, semejantes a los ángeles que no pueden morir, seréis semejantes a las bestias; dejaréis de ser inmortales.

Y esta suprema, felicísima condición, es cumplida también en nosotros, los cristianos. No de un modo corporal; de ahí que tenemos en nuestras liturgias la consabida frase: "Hasta que Dios os separe con la muerte", la que suena como una campanada fúnebre, como una gota de ajenjo en el almíbar de nuestra felicidad en este día. Pero aun cuando no podemos evitar la realidad de la muerte, hay esperanza para los verdaderos cristianos. Jesús dijo: "Yo soy la resurrección y la vida".... El vino "a quitar la muerte, y a sacar a luz la vida y la inmortalidad, por el Evangelio". Por esto podemos hacer nuestra la frase de "Eterna luna de miel", pues aun cuando se termine la pequeña cantidad de miel del vaso en nuestras vidas, tenemos el torrente inagotable de felicidad que Cristo nos ha prometido en la vida superior. Allá os encontraremos a nuestras amadas esposas y esposos (pues el amor nunca deja de ser). Los encontraremos, no para una unión física (que tampoco necesitaremos), pero sí para una unión moral y espiritual, recordando la vida que pasamos juntos y mirando a la mucho más feliz que tendremos delante.

Esto es lo que auguramos y deseamos, no solamente a nuestros amados hermanos X y X, sino también a todos los que habéis venido a presenciar su unión ante Dios, compartiendo su gozo en este memorable día. ¡Ojala sea un día memorable, no sólo para ellos, sino para quienes hoy pudieran comprender la felicidad de la vida cristiana, dando a Cristo sus corazones empezarán a vivirla y experimentarla de verdad.

Yo te cuido

por Enrique Monterroza

A veces es difícil aceptar la voluntad de Dios, más cuando su voluntad es diferente a lo que nosotros quisiéramos.
El Jueves pasado fui ingresado de emergencia en un hospital, me sentía muy mal, iba pálido, mareado, con un dolor muy fuerte en mi abdomen, era algo que jamás en mi vida había experimentado. Por lo general yo soy de las personas que nunca se enferman, por lo que no estoy acostumbrado a todo ese ambiente que rodea un hospital o una enfermedad, pero esta vez me tocaba, era mi turno de experimentarlo.
Fue así como pase la noche en el hospital, realizándome diferentes estudios para saber qué era lo que me estaba provocando todos los síntomas que tenía. Para mí fue duro estar allí, me sentía indefenso frente a la enfermedad, en una cama de hospital, lejos de mis seres queridos y lejos de lo que me gusta hacer para el Señor, pase una de las peores noches que recuerdo, despertaba cada quince minutos y no concilie el sueño, la madrugada se me hizo eterna.
Al día siguiente me siguieron realizando estudios y llegaron a la conclusión de realizarme una operación, yo me asuste, pues jamás me han practicado una y la verdad no soy muy amigo de las agujas ni mucho menos del bisturí.
Estando en esa cama, yo hablaba constantemente con Dios y le decía: “Señor, no quisiera pasar por esto, pero si tu quieres que pase, entonces: acepto”. Dentro de mí me negaba a pasar por el quirófano, pero casi era una realidad que tendría que pasar. Por alguna razón nunca llegaron a traerme para la operación, el doctor llego nuevamente a chequearme y vio que estaba mejor y me dijo que tal vez no la necesitaría, yo me sentí feliz de saber que podría volver a mi casa, así que el Viernes por la tarde regrese a mi casa, con un poco de dolor, pero feliz de estar con mi esposa y mi pequeños.
El sábado no amanecí también bien, fui a realizarme una ultrasonografía y para mi aflicción no salió tan bien y el diagnostico no era nada alentador. Pase un sábado muy mal y el domingo continué sintiéndome mal, estuve en mi cama un buen tiempo mientras hablaba con Dios y le pedía que me sanara, que me quitara el dolor que sentía, mientras pensaba en que si me operaban estaría muchos días fuera de todo esto y no quería, me reusaba a pensar que no podría realizar lo que más disfruto.
Luego de orar en mi cuarto, voy hacia la sala donde estaba mi pequeño Uziel de tres años, mientras él jugaba con sus carritos, yo me recosté en el sofá mas grande, y mi pequeño llego donde mí, me acaricio la cabeza y me dijo: “Yo te cuido”. En ese momento mis ojos se llenaron de lágrimas porque Dios estaba contestando a la oración que hace segundos había hecho, el me estaba diciendo: “Yo te cuido”, mi pequeño hijo es un ángel enviado por Dios para darme palabras que necesito. Sentí como que Dios mismo me decía: “Yo te cuido”, eso significaba que no tendría por qué preocuparme.
Sin embargo seguí sintiéndome incomodo, tenía tres días de no comer, solo unas pocas frutas, me sentía mal y tome la decisión de ir nuevamente al hospital con la decisión de que si me tenían que operar, pues que lo hicieran. Por la tarde del domingo avise con el dolor de mi corazón en mi cuenta de Facebook y en mi página de Facebook que estaría ausente unos días y sobre todo que oraran por mí.
Me fui a mi cuarto y hable con Dios, mientras llore como un niño, yo no quería que eso me pasara, pero si era necesario pasar por ello, entonces le dije a Dios: “Solo dame la fuerza que necesito para hacerlo”.
En el mismo instante que hablaba con Él mi mente se traslado al episodio que Jesús experimento antes de ser arrestado: “«Padre, ¡cómo deseo que me libres de este sufrimiento! Pero que no suceda lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»” Lucas 22:42 (Traducción en lenguaje actual)
Me imagino lo difícil que habrá sido para Jesús saber que estaba a punto de morir, lo de él no es nada comparable a lo que yo estaba experimentando, lo de él era más fuerte, pero no deje de tratar de comprender ese pasaje en base a lo que yo experimentaba y a la vez comprender que a veces no será lo que nosotros queremos, sino lo que Él quiere.
Aceptar la voluntad de Dios es una de las cosas más difícil que el ser humano puede experimentar, más cuando su voluntad es diferente a lo que nosotros quisiéramos. Es allí en donde muchas veces el enemigo se entromete para cuestionar la voluntad de Dios, queriéndonos convencer que no le importamos, o que no está al pendiente de nosotros.
Hay algo que tenemos que tener claro, no importando lo que estemos pasando, sea esto lo más fuerte que a tu vida le ha tocado experimentar, TU FE, TU CONVICCION, NO ES NEGOCIABLE.
Tu fe y la mía no tiene que depender de una respuesta de Dios, ¿Qué tal si Dios no responde?, ó ¿Qué tal si responde diferente a como nosotros queríamos?, ¿Dejaremos de creer en Él?, ¿Dejaremos de confiar en Él?, ¡Absolutamente NO!
A pesar del mal momento que yo estaba experimentando, había algo que no estaba en juego, y eso era mí: CONVICCION.
Si Dios quiere que pase por eso, entonces pasare, si Él quiere que sufra, entonces sufriré, porque después gozare, si Él quiere que llore, entonces llorare, porque después sonreiré, todo está bajo su control.
Increíblemente esa tarde sentí como muchos elevaron una oración por mí, no sé si alguna vez lo has experimentado, pero a veces uno siente cuando hay personas que interceden por nosotros. Yo puedo sentir cuando hay personas que están orando por mi vida y la de mi familia. Y esa tarde fue especial, sentí como Dios me dio una fuerza que no tenia y como de pronto me sentí mas fuerte físicamente, se que las oraciones sinceras de muchos estaban siendo escuchadas.
Fui al hospital nuevamente el domingo por la tarde, decidido a que pasara cualquier cosa, al examinarme el doctor, ya no sentía dolor y físicamente estaba mejor, el doctor me dijo que no había necesidad de una operación y que pronto estaría mejor, sinceramente me dieron ganas de llorar allí mismo, mas cuando me dijo que podía comer lo que yo quisiera, eso era un alivio como no tienes una idea. Le llame a mi esposa Yamita y le quite un peso de encima, yo se que ella estaba más preocupada por mí que yo mismo.
Llegue a mi casa y comencé a sentirme bien, hoy estoy en mi oficina y escribo esto, no me siento al cien por ciento, pero pronto estaré bien, lo sé porque Dios me dijo algo que no se me olvidara:  

“YO TE CUIDO”.
Esas palabras que Dios dirigió a mi hijo para que me las dijera calaron hondo en mi corazón, esas palabras eran las que necesitaba, el saber que Él me cuida es mi paz, porque si Él me cuida, ¿Qué me puede pasar?
A veces pensamos que las cosas irán de mal en peor, pero hay algo que no se nos tiene que olvidar y Dios te lo quiere recordar, diciéndote: