Wednesday, July 2, 2014

PASTORES ADULTEROS

(Porque los pastores adúlteros no debieran ser restaurados)


Existe una marcada tendencia a vincular el perdón con la restauración al ministerio. En este artículo dos pastores-teólogos hablan de la importancia de separar la restauración al cuerpo de Cristo de la restauración al liderazgo pastoral.
"El verdadero perdón no implica, necesariamente, la restauración al liderazgo", escribió Kenneth Kantzer (editor de una prestigiosa revista cristiana), luego del fracaso moral de varios prominentes líderes cristianos evangélicos. Sin embargo, hay una marcada tendencia a vincular el perdón con la restauración al ministerio. En este artículo dos pastores-teólogos hablan de la importancia de separar la restauración al cuerpo de Cristo de la restauración al liderazgo pastoral.
La iglesia se ve seriamente acosada por la pregunta "¿Qué haremos con un pastor adúltero?" Durante la última década y en forma repetida, la iglesia se ha visto tambalear con revelaciones de conducta inmoral por parte de sus más respetados líderes. ¿Cómo respondemos a quienes han caído sexualmente y han traído desgracia sobre sí mismos, avergonzando a sus familias y deteriorando su liderazgo?
Lo que comúnmente sucede es lo siguiente: El pastor es acusado de un pecado sexual y se lo declara culpable. Él confiesa su pecado, por lo general con profundo pesar. Su iglesia o sus superiores en la denominación a que pertenece prescriben unos meses, o a menudo un año, en que el pastor debe buscar ayuda. Luego entonces es restaurado a su anterior posición de líder, a veces en otra ciudad. Generalmente se lo considera un "sanador herido", alguien que ahora sabe lo que significa caer, experimentar la gracia de Dios de manera profunda.
Si bien cada situación debe manejarse con sabiduría pastoral, y si bien algunos pastores que han caído por cierto algún día podrían ser restaurados al liderazgo, creemos que esta situación cada vez más común es tan públicamente incorrecta como también profundamente dañina para el bien del pastor caído, el bien de su matrimonio y de la iglesia de Jesucristo. Nuestro Señor Jesús fue tentado en todas las cosas así como nosotros somos tentados, pero lo que lo hizo fuerte fue la tentación en sí, no el fracaso ante la tentación. Si no razonamos con claridad, tal vez sutilmente estemos animando a la gente a cometer un serio pecado a fin de experimentar más gracia y así poder ministrar de manera más efectiva. Resulta difícil de creer, pero en este contexto hay quienes dicen cosas que implican precisamente eso.

El criterio del perdón
Esta perspectiva dice que un pastor arrepentido y perdonado que anteriormente llenaba todos los requisitos para su posición de pastor, sigue llenando esos requisitos en base al perdón de Dios. ¿Cumplía antes los requisitos? ¿Ha confesado su pecado? ¿Lo ha perdonado Dios? Entonces nosotros debemos hacer lo mismo.
Esta lógica parte de la presunción no bíblica de que el perdón de pecados equivale al estar libre de culpa (o al carácter intachable) que se pide de los pastores en 1 Timoteo 3:2 y Tito 1:6. Si aceptamos esta premisa, todo lo que Dios pide es que un pastor que ha caído sea perdonado.
Sin embargo, esto confunde el fundamento de nuestra comunión con Cristo con el liderazgo público y el cargo en la iglesia. Nadie dice que el pastor que ha caído no pueda ser perdonado. Nadie debe argumentar que ese pastor no puede ser devuelto a la comunión de la iglesia de Cristo aquí en la tierra. Pero perdonar a un pastor que ha caído y restaurarlo a la membresía de la iglesia es muy distinto que restaurarlo a su cargo de pastor.
El "criterio del perdón" es inadecuado porque no tiene debidamente en cuenta dos hechos: En primer lugar, el adulterio es un pecado muy serio; en segundo lugar, el adulterio de un pastor es un pecado más serio aun.
Hay falsedades repetidas a menudo que a veces llegan a considerarse verdades –como por ejemplo la noción de que básicamente no hay diferencia entre el adulterio mental y el mismo acto de adulterio (ver Mt. 5:27-28; Stg. 2:10). Por el contrario, haciendo eco a la interpretación histórica de la iglesia, nosotros creemos que mientras la codicia, los celos, el orgullo y el odio conducirán al infierno tan ciertamente como las manifestaciones externas (adulterio, fornicación, asesinato), las manifestaciones físicas son pecados más serios en vista del daño que producen tanto en la persona que peca como en la persona contra quien se peca.
El adulterio es un pecado serio precisamente porque infringe el pacto matrimonial. Viola el cuerpo de otra persona. Puede ser causal de divorcio. El adulterio mental no tiene estas consecuencias. La intención que tuvo Jesús en Mateo 5:27-28 no fue reducir el adulterio al nivel de la codicia, sino mostrar que la codicia puede destruir el alma tanto como el adulterio.
De la misma manera, comparemos el pecado mental de odiar con el acto de matar (ver Mt. 5:21-22). En el primer caso la persona que odia se ve afectada por el odio, pero en el segundo caso alguien muere. ¡Hay diferencia!
Además, la inmensidad del adulterio es evidente en 1 Corintios 6:18-20, donde el apóstol Pablo declara que el pecado sexual es contra el propio cuerpo. El contexto del pasaje demuestra que el pecado sexual está en una categoría propia. Las relaciones sexuales violan la unión hombre/mujer por la cual ellos se vuelven "una sola carne" (Gn. 2:24). La profundidad de esta unión, que Dios reconoce como pacto, demuestra cuán profunda es la violación de ese pacto a la luz de la eternidad.
El comentarista Charles Hodge escribió en el siglo pasado que 1 Corintios 6 enseña que la fornicación "es totalmente singular en sus efectos sobre el cuerpo; no tanto en sus efectos físicos sino en sus efectos morales y espirituales". Pablo está diciendo a los corintios que la totalidad del cuerpo y el alma de una persona –por lo tanto la persona toda como ser humano– se ve involucrada en la relación sexual. Como consecuencia, hay grandes daños resultantes de tal pecado.
Hodge agrega que el adulterio es un pecado contra el propio cuerpo porque es "incompatible… con el propósito de su creación, con su destino inmortal". Gordon Fee, reconocido experto contemporáneo en Nuevo Testamento, escribe de manera similar: "La particular naturaleza del pecado sexual no está tanto en que uno peca contra uno mismo, sino contra el cuerpo –considerado éste de acuerdo a su lugar en la historia de la redención".
Por otra parte, el adulterio del pastor es un pecado aun más serio. ¿Por qué? Algunos pecados dañan más que otros precisamente en razón de la persona que los comete. Como bien dice el Catecismo de Westminster, las personas eminentes por su profesión, dones y cargos son ofensores particularmente serios en vista de la influencia que tienen sobre otros. Esta seriedad adicional se hace realidad en cada caso de los pastores que cometen adulterio. Agreguemos a esto Santiago 3:1, que indica que los pastores serán considerados dignos de mayor juicio, y tenemos un argumento de mucho peso: el adulterio pastoral es un pecado aun más grave que el adulterio en general.
Aunque hoy muchos apelan al criterio del perdón como respuesta compasiva hacia el pastor caído, este criterio no es compasivo ya que no aborda la profundidad de la cuestión.
Pero ¿por qué el adulterio hace que un pastor quede inhabilitado para su cargo?

El criterio de ser irreprensible
En las Epístolas Pastorales hay varias explicaciones directas de los requisitos para el ministerio pastoral. En 1 Timoteo 4:12 vemos un resumen: "…sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor , espíritu, fe y pureza". Tito 1:6 agrega que el anciano debe ser irreprensible. La palabra griega aquí significa imposible de asir, inexpugnable. El comentarista William Hendriksen se refiere a este ser intachable diciendo, "los enemigos pueden proferir toda clase de acusaciones, pero cuando se aplican justos métodos de investigación, tales acusaciones resultan sin fundamento".
El adulterio no es el único pecado que inhabilita a un pastor para volver a su cargo, pero es uno de los pecados más visibles y confusos que plagan a la iglesia actual.
Lo que es particularmente penoso en cuanto a este pecado es el abuso de poder que a menudo lo acompaña. Como resultado de la aventura amorosa del pastor, hay un profundo dolor en la otra parte, y un dolor aun más profundo en la esposa del pastor. Este, que ha recibido un cargo de honor a través del cual fue llamado a servir a personas vulnerables y que han sufrido abusos, con su proceder ha violado la confianza depositada en él.
El pastor anglicano Michael Peers manifestó: "Es un problema de raíces profundas y sombrías", y a menudo está protegido por los demonios hermanos, "negación y control". Don Posterski declara: "Cuando el poder que tiene el pastor es usado para su gratificación sexual, constituye un abuso sexual de poder".
Nos entristece que tan pocos líderes "caídos" reconozcan el abuso de poder inherente al adulterio pastoral. Y menos aun están dispuestos a hablar sobre la destrucción de la confianza como resultado de sus pecados. Muchos se escudan en conceptos psicoterapéuticos tales como sanidad y recuperación como razones para volver al ministerio pastoral, pero no con el genuino reconocimiento de la patología que se manifiesta en el abuso de poder.
El consenso en la historia de la iglesia demuestra con firmeza que el adulterio pastoral hace que el pastor quede descalificado. El historiador luterano Carl. A. Volz en su libro Pastoral Life and Practice in the Early Church (Vida y práctica pastoral en la iglesia primitiva) declara en forma categórica que la iglesia excluyó del ministerio público a pastores como consecuencia de "desliz moral" y "herejía". Volz señala que la ordenación no protegía a los presbíteros; lo que había sido conferido podía ser quitado. El notable presbítero Hipólito, del segundo siglo, atacó enérgicamente la inmoralidad entre los líderes de la iglesia, e insistió en su inmediata remoción del cargo. El antiguo documento "La enseñanza de los apóstoles", de principios del segundo siglo, expresa que quien había sido ordenado como pastor o presbítero pero luego había desobedecido la Palabra de Dios, debía ser inhabilitado porque tal hombre había mentido al tomar sus votos de lealtad y pureza ante Cristo y su iglesia. Tal quebrantamiento de los votos de ordenación era considerado como una atroz contravención del tercer mandamiento.
Los reformadores protestantes eran de la misma opinión. Juan Calvino prescribió: "A fin de obviar todos los escándalos de conducta será necesaria la disciplina de los pastores… a la cual todos deben someterse. Esto ayudará a asegurar que el pastor sea tratado con respeto y que la palabra de Dios no sea deshonrada ni burlada por la mala fama de los pastores y ancianos. Además, como la disciplina será impuesta a quien la merece, no habrá necesidad de suprimir calumnias ni falso testimonio que injustamente se emita contra inocentes".
Como hemos establecido, el cargo requiere que el pastor o anciano sea sin tacha. No hay dudas de que 1 Timoteo 3:1-7 requiere, entre otras cualidades, que los episkopos (o ancianos de la iglesia) sean maridos de una sola mujer, es decir, hombres de pureza moral cuya esposa es la única con quien tiene relaciones sexuales. Deben ser hombres que guardan el pacto de Dios y mantienen puro el lecho matrimonial (He. 13:4). Pablo enfatizó a la iglesia en Efeso, donde el pecado sexual era común entre los inconversos paganos, que la inmoralidad ni siquiera debía nombrarse en la iglesia (Ef. 5:3).
Lo trágico es que al quebrantar el pacto de esta manera, hay un oprobio que perdura en el pastor caído, y esto tendrá consecuencias de largo plazo. El sabio Salomón lo expresó de manera solemne: "Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace. Heridas y vergüenza hallará, y su afrenta nunca será borrada" (Pr. 6:32-33).
Una de las preguntas problemáticas que a menudo surgen en cuanto a esta cuestión de ser "irreprensible" es la siguiente: ¿Es el conocimiento público del pecado la cuestión principal en cuanto a que el pastor sea irreprensible, o acaso hay algo en la naturaleza de este pecado que hace que el no tener tacha sea un asunto más importante que el conocimiento público? Diciéndolo sin rodeos: ¿Puede el hombre convertirse en irreprensible yendo a vivir a otra comunidad, a otra iglesia y empezando otra vez de cero? En el nuevo lugar, se alega a menudo, otros no tendrán conocimiento de su fracaso pasado.
Sin embargo, un cambio de lugar geográfico no disminuirá la culpa, porque el pecado causa una desintegración total. Por lo tanto, es probable que salga nuevamente a la luz, como lo explicara Juan Crisóstomo, Obispo de la Iglesia Primitiva del cuarto siglo: "Las fallas del anciano sencillamente no se pueden ocultar. Hasta las más triviales se han de conocer".
Tal vez eventualmente algunos puedan volver a su cargo pastoral, quizás después de haber sido ordenados otra vez. Y no puede probarse exegéticamente que un pastor caído nunca pueda ser restaurado a su cargo. Pero esto no va en contra de lo que entendemos correcto, pues la pregunta vital que la iglesia enfrenta en nuestro tiempo no es qué podría suceder en casos excepcionales, sino cómo podemos ayudar a la mujer o a las mujeres contra quienes ha pecado el pastor o anciano. La pregunta también es cómo podemos ministrar a la esposa e hijos del pastor, aquellos contra quienes más se ha pecado en esta caída. La pregunta es qué se puede hacer para preservar a la iglesia espiritual y moralmente, qué haremos para que el pastor comience el largo proceso de reordenar su vida devastada.
El adulterio prueba que el pastor caído no puede servir con integridad. La cuestión no tiene que ver con ser útil a la iglesia ni con tener dones para predicar. Haber estado frente al rebaño, guiándolo en santa adoración semana tras semana, predicando la Palabra de Dios como siervo de la iglesia, y al mismo tiempo haber cometido adulterio revela una terrible grieta en el carácter –una grieta tóxica que envenena toda la vida. Un pastor que cayó en adulterio, después de muchos años escribió: "En mi caso, el fracaso moral fue el pecado visible ante la iglesia. Pero para mi vergüenza había muchas otras cuestiones que tal vez eran más odiosas para Dios que aquello que resultaba visible para los hombres. Lleva tiempo quitar estas cosas de raíz y reemplazarlas con características agradables para con Dios".
Hay una severa advertencia en 1 Corintios 9: 25-27, donde el apóstol Pablo advierte que la falta de restricción diligente en la carne puede llevarnos a la apostasía. Este peligro debe ser estimado cuidadosamente al tratar con pastores y ancianos que han caído. Consideremos cuán sutilmente el pecado sexual se infiltra en toda la personalidad –sea que las relaciones sexuales ilícitas sean el medio para alimentar el sentimiento de poder de una persona, su necesidad de afecto, la imagen de sí mismo, el sentirse deseado y atractivo al sexo opuesto, el impulso hedonista, o bien todo eso junto –y advertiremos el peligro. Estamos convencidos de que el permanecer en ministerio público en ciertos casos fomentará un autoengaño más profundo que llevará a los hombres a la ruina eterna.

¿Qué haremos entonces?
El pastor caído que confiesa el pecado, busca la gracia de Dios, y desea permanecer en comunión con la iglesia de Cristo, debe ser recibido y aceptado como cualquier otro cristiano que ha caído. Debe ser perdonado como ordena Jesús (Mt. 18:22). Pero el perdón y la restauración a la comunión de la iglesia no significa que quien antes fue pastor ahora nuevamente llena los requisitos para el cargo de pastor o anciano.
La iglesia no debe castigar al hombre que ha caído y se arrepiente. Pero el negarse a que vuelva a su rol en el ministerio pastoral no es un castigo. Separar de su cargo al pastor que ha caído es honrar el santo estándar de Cristo; es seguir el sabio consejo y modelos de los líderes a través de los siglos; es proteger al hombre y a su familia; es guardar a la iglesia, a quien el Gran Pastor ama tan profundamente.
La Biblia habla de varios líderes prominentes que cayeron, líderes que tuvieron roles significativos aun después del fracaso. Inmediatamente pensamos en Moisés, David y Pedro. Sin embargo, no debemos apurarnos a usar estos tres ejemplos al hablar de pastores que han caído. Reflexionemos sobre varias cuestiones de importancia:
  • El pecado de Moisés (homicidio) tuvo lugar 40 años antes que comenzara su liderazgo, y él pasó prácticamente toda una vida en el desierto luego de su grave caída.
  • El pecado de David pudo haber resultado en pena de muerte para cualquier otro. Además, él era un potentado del Medio Oriente que tenía un harén, no un modelo familiar para los pastores del Nuevo Testamento. Recordemos también que su reino y su familia no conocieron paz luego de su bajeza moral –su trono nunca recobró la estabilidad del pasado.
  • El pecado de Pedro fue grave, pero no fue un pecado contra su propio cuerpo (1 Co. 6:18), y si bien fue un pecado de su personalidad, no fue el tipo de engaño volitivo y arrogante que es característico del adulterio. Tampoco fue premeditado, prolongado ni repetido a escondidas.
Terminamos con las sabias palabras de un pastor anónimo que cayó y se dirigió a sus colegas caídos: "La cuestión principal es carácter e integridad, que en el caso de ustedes están hechos pedazos. Les ruego que confronten el problema ahora. La gracia de Dios restaura. Hay esperanza. Sin embargo, requiere un proceso, mucho tiempo, y más gracia aun. Confiesen el pecado y dejen su cargo. Sean responsables ante otros hermanos. Busquen la limpieza y la sanidad que necesitan. ¡Háganlo hoy! ¡Háganlo ahora!
R. Kent Hughes es pastor en Illinois, EE.UU., y autor de numerosos libros. John H. Armstrong es director de Ministerios Reforma y Avivamiento, y autor de un libro que desarrolla más detenidamente las ideas presentadas en este artículo.
Tomado de Cristianity Today. Usado con permiso