Monday, November 7, 2011

Hijos de Dios


Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios [...].
En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios
y
guardamos sus mandamientos. Pues éste es el amor a Dios, que guardemos
sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. 1 Juan 5:1-3.

El verdadero cristianismo trabaja de adentro hacia afuera. Es un
manan­tial de agua pura, que desborda y lleva vida a quienes se
relacionan con nosotros. No es institucional, sino personal. No se
limita a no hacer cosas malas: es indispensable hacer cosas buenas. Esa
es la idea del versículo de hoy.
Nota bien lo que dice San Juan: él habla de “todo aquel que ha nacido
de Dios”; que ha sido convertido y se ha vuelto justo, porque se
escondió en Cristo. ¿Cómo vive esa persona? Tiene dos
características: guarda los Mandamientos de Dios y ama a sus hermanos.
No me voy a detener, hoy, en el aspecto de la obediencia; voy a
mencionar la importancia de vivir en armo­nía con los hermanos y de
amarlos.
Es una pena que este aspecto de la vida cristiana no es resaltado como
debería. Pensamos que somos el pueblo de Dios, pero no damos la debida
importancia a la unidad de la iglesia, basada en el amor a los
hermanos.
Por el contrario, a veces, por enfatizar un aspecto de la vida
cristiana, herimos sin piedad a las demás personas. No puede ser así:
si realmente nos hemos apoderado de la justicia de Cristo, es lógico
que el fruto maravilloso del Es­píritu aparezca en la vida.
Cuando digo “las demás personas o los otros hermanos”, debo comenzar
por mi hogar, con mi esposa, mis hijos y las personas que viven a mi
lado. De nada vale ser justo y comprensivo con los otros, si soy
injusto
e intransigente con los míos.
Todo día es un renacer; y si el sol volvió a aparecer es porque Dios
te ofrece una nueva oportunidad. Haz de este un día de amor hacia las
perso­nas, empezando por las que están más cerca de ti. Después,
piensa en aquella persona que te parece desagradable y llámala por
teléfono, para decirle que estás orando por ella. Orar por alguien es
la mejor manera de llegar a amarla. Y no te olvides: “Todo aquel que
cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios [...]. En esto conocemos
que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus
mandamientos. Pues éste es el amor a Dios, que guardemos sus
mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos”.

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