Friday, May 25, 2012

El purgatorio


El Catecismo enseña que después de la muerte, algunas personas son enviadas a un lugar llamado purgatorio, para ser purificadas antes de entrar al cielo: 

"Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo" (p. 298, #1030).
"La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos..." (p. 298-299, #1031). 

¿Proviene de Dios esta doctrina, o es otra tradición de hombres? He aquí la respuesta, citada directamente del Catecismo: 

"La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia y de Trento" (p. 298, #1031). 

¿Es acaso irrazonable preguntar, dónde obtuvo información un grupo de hombres acerca de la vida después de la muerte, para formular tal doctrina? 

Amigo católico, si usted está orando por seres queridos porque cree que están en el purgatorio, necesita saber que Dios no le dijo que ellos están en ese lugar. Fue un grupo de líderes religiosos quienes lo dijeron: 

"Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados" (p. 277, #954). 

Si usted sufre, entonces no es un regalo

El mayor problema en relación con esta doctrina es que la Biblia nunca indica que existe tal lugar. La Biblia tampoco enseña que después de la muerte, se necesita mayor purificación para ir al cielo. Por el contrario, la Palabra de Dios declara que la salvación es un regalo: 

"Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro".  Romanos 6:23 

"... por la justicia de uno (Cristo) vino a todos los hombres la justificación de vida".  Romanos 5:18 

Dios, quien es veraz y es amor, ¿le ofrecería la vida eterna como dádiva, luego lo haría sufrir para obtenerla, y mentiría al respecto en su Palabra? 

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios". Efesios 2:8 

Si hemos de creer en la Biblia, quienes mueren en Cristo no necesitan más purificación. Ellos ya han sido justificados por Jesucristo: 

"Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira". Romanos 5:9 

"Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús". Romanos 3:24 

El apóstol Pablo también hace hincapié en esta enseñanza: 

"Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús". 1 Corintios 6:11 

Los cristianos verdaderos ya están purificados porque Cristo quitó el pecado al morir en la cruz: 

"... pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado".  Hebreos 9:26 

Los hijos de Dios no necesitan sufrir para alcanzar salvación, porque han sido comprados y el precio ya fue pagado: 

"Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios".  1 Corintios 6:20 

El precio fue la sangre de Jesucristo: 

"... para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre".  Hechos 20:28 

Conclusión

Si la enseñanza de la Biblia es tan clara en este asunto, ¿por qué la Iglesia Católica instituyó una doctrina que ha persuadido a fieles miembros a dar millones de dólares a la iglesia, para que se digan oraciones y se oficien misas en favor de seres queridos fallecidos? Usted mismo tendrá que encontrar la respuesta a esta pregunta. 

Por lo menos ahora sabe que la doctrina del purgatorio nació en la mente de seres mortales: 

"Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu". Romanos 8:1
  Contacte al Autor: Rick Jones

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