Sunday, August 4, 2013

ESPERAR EN EL TIEMPO DE DIOS


Dios responde todas las oraciones, aunque no siempre de la manera
esperada. Nosotros pensamos en el presente; Dios nos prepara para la eternidad.
Preparó por miles de años la venida de su Hijo. Te hará esperar lo necesario para alcanzar los mejores resultados. Contempla como Dios actúa lentamente en la creación. No se puede apurar a Dios. La espera es para nuestro bien. Aun lo bueno puede hacer daño si se alcanza prematuramente.

A veces Dios demora la respuesta a una oración hasta que hayas aprendido algo que Él quiera enseñarte. A veces espera hasta que se produzcan las condiciones propicias para el resultado que quiere lograr. Como en el caso de aquel ciego de nacimiento. Tuvo que ser ciego toda su vida para que todos lo supieran, y así, al llegar cierto día Jesús y sanarlo milagrosamente, Dios fuese glorificado (véase Juan 9).

En ciertos casos, tal vez transcurran años hasta que sepas por qué Dios no respondió del modo que esperabas, o cuando se lo pediste, ¡pero el día llegará, y sabrás que Dios actuó acertadamente! 
Espera en el Señor!


“Y Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez en el tiempo que Dios le había dicho” Génesis 21:2

¡Qué difícil es esperar el tiempo de Dios! Especialmente cuando pensamos que ya, nada va a cambiar. Cuando empezamos a ver que las cosas comienzan a verse como imposibles. Cuando estamos bajo presión, cuando estamos en urgencias, cuando estamos en necesidad.
Entonces comenzamos a desesperarnos y todo el panorama es desolador. La ansiedad comienza a devorarnos. Si no logramos nuestro objetivo a tiempo el enemigo toma su oportunidad y trabaja en nuestro desánimo hasta llegar a la depresión.

Dios maneja un tiempo que no es el nuestro. El tiempo nuestro lo manejamos con un reloj y a veces, el reloj nos maneja a nosotros. A veces hacemos las cosas apremiados por el tiempo o como también se dice: “contra reloj”, y los resultados no son muy buenos.

Dios no usa reloj, pero nos da las cosas cuando es el mejor momento para nosotros, el tiempo más conveniente. Muchas veces arruinamos lo que Dios quiere hacer, o aún nuestras propias vidas, por apresurarnos y tomar decisiones incorrectas movidos por la ansiedad de ese apuro. La lección de confiar y esperar, es muy dura en este caso. El salmista dice en el Salmo 37:3-5 “Confía en Jehová y haz el bien y habitarás en la tierra y te apacentarás de la verdad. Deléitate asimismo en Jehová, y El te concederá las peticiones de tu corazón, encomienda a Jehová tu camino espera en El y El hará”. Estas palabras son un bálsamo para nuestra ansiedad y son el camino de Dios, para que El haga las cosas.
¡Qué alegría cuando Sara tuvo su hijo!, Dios cumplió Su Palabra, como lo hace siempre. El no falla, es Fiel, a pesar de que nosotros no le creemos por las circunstancias o la imposibilidad de las cosas que nos rodean.

Rubén, el hijo que no supo esperar
Rubén era uno de los doce patriarcas, hijos de Jacob. Específica-mente él era el primogénito. En el contexto patriarcal sabemos que la primogenitura era algo muy importante, pues el primogénito recibía el honor de ser el heredero oficial del clan. El problema de Rubén no fue haber sido el primogénito, si no que intentó reclamar sus derechos antes de tiempo e irrespetó a su padre Jacob.
Génesis 35.22 nos cuenta que mientras Jacob hacía duelo por la muerte de Raquel, Rubén aprovechó para “dormir con Buha, la concubina de su padre, lo cual llegó a saber Israel (Jacob)“. El tomar la esposa de su padre en ese contexto significaba que estaba clamando su primogenitura antes de tiempo. Se estaba proclamando como el heredero principal y Jacob su padre ni siquiera había muerto.
Los años pasaron y finalmente cuando Jacob estaba a punto de morir, hizo llamar a todos sus hijos para repartir su herencia. Me imagino que Rubén estaba muy emocionado pues según él, finalmente recibiría sus derechos del primer nacido completamente. Pero Génesis 49.1-4 nos enseña que éste no recibió la bendición que esperaba, pues Jacob en su lecho de muerte le reclamó su mala actitud que había tenido años atrás, al tomar a Bilha como mujer y así intentar proclamarse como el heredero. Rubén no recibió lo que tanto había anhelado.

Acán, la avaricia no le hizo esperar
En el tiempo Josué y de las conquistas de las tierras de Canaán, los Israelitas recién habían triunfado sobre Jericó. Dios les había dado la victoria sorprendentemente. La próxima ciudad a conquistar era la ciudad de Hai. Realmente no era una gran amenaza para un pueblo tan numeroso como Israel, pero increíblemente los Israelitas perdieron la batalla contra esta ciudad. Josué 6.18-19 nos enseña que Dios había dicho que el tesoro que encontraron en Jericó sería para él solamente y no para los Israelitas.


Acán imprudentemente tomó de algunos de los tesoros para él (7.20-21) y fue castigado por ello con la muerte misma.
Lo que realmente me llama la atención de este relato es la orden siguiente que da Dios cuando finalmente les daría la victoria sobre la ciudad de Hai. Josué 8.2 dice, “Y harás a Hai y a su rey como hiciste a Jericó y a su rey; sólo que sus despojos y sus bestias tomaréis para vosotros…”. Si Acán se hubiese esperado en Jericó hasta Hai, hubiese obtenido muchos bienes sin ningún problema, pero no supo esperar y murió apedreado por el pueblo.
¿Nos parecemos a Rubén y Acán?
Tenemos que reconocer que a veces nosotros también no esperamos el tiempo de Dios como lo hicieron estos hombres. A veces queremos las cosas de manera “rápida e instantánea”. Estamos tan acostumbrados a cosas instantáneas como el micro-onda, el Internet, el control remoto, que queremos que Dios trabaje de la misma manera con nosotros.
Queremos que las bendiciones vengan “ya”, “aquí” y “ahora”. Hay que asimilar que a veces somos un poco impacientes cuando se trata de recibir una respuesta de Dios, mucho más cuando estamos sumergidos en momentos de crisis.


http://www.conpoder.com/dante-gebel-el-profeta-y-el-leon/

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