Tuesday, January 13, 2015

El Camino por Recorrer

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INTRODUCCION:
“El camino recorrido” ha quedado en el pasado. Para los efectos nuestros, el año 2014 ya no existe. No habrá otro tiempo como el que pasó. Ahora hemos comenzado otro período. El año 2015 se ha abierto con su agenda para que comencemos a escribir en él lo pensamos hacer. Ojalá que al plasmar nuestras metas podamos decir como el sabio: “Enséñanos a contar nuestros días que traigamos al corazón sabiduría”. Que no comencemos este año sin tomar la decisión de Moisés, quien antes de seguir a la tierra prometida, dijo: “Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de este lugar”.
Así, pues, nos aventuramos a vivir un nuevo año. Para nosotros, esto será “el camino por recorrer”. El presente capítulo de Deuteronomio nos impide vivir una entrega condicional y parcial a Dios. Su gran desafío es una absoluta dependencia en Dios. Este capítulo es como si estuviéramos en presencia de Romanos 12:1-2. La intención de esta palabra es mostrarnos los peligros de la religiosidad contemporánea, que pretende decirnos que lo importante es separar un pequeño rincón para Dios una vez a la semana, mientras que el resto de mi tiempo y vida lo comparto con el mundo. El asunto es que todo mi ser le pertenece a Dios las veinticuatro horas del día. 

Con esto en mente quisiéramos adentrarnos en el año 2015. Que la exigencia de su palabra sea lo que determine mis acciones: “Y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible hasta la venida del Señor”. La generación que quedó de Israel está a punto de entrar a la tierra prometida. Las demandas del Señor no podían ser menos que estas. De parte de Dios todo está preparado. Ahora nos toca nuestra parte. En el camino por recorrer hay una pedido por el lugar que ocupará la palabra, hay una seguridad de la gracia que nos espera, pero sobre todo, hay una confianza en vivir la autentica prosperidad que viene de Dios. Hagamos, pues, este recorrido juntos. 

I. EL CAMINO POR RECORRER DEMANDA LA GUÍA DIVINA DE LA PALABRA DE DIOS
 
1. Hay que guardar la palabra v. 6.
Una cosa es leer la palabra y otra muy distinta es guardarla. Usted podrá leer la Biblia todos los años, pero si no la guarda, ella no cambiará nada en su vida. El salmista (y si fue David con mayor razón), nos ha dejado una poderosa razón por la que debemos guardar su palabra: “En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti” (Sal. 119:9). Para Dios, la necesidad que su pueblo Israel considerara su palabra antes de entrar a Canaán, fue determinante. Bien sabía Dios de la inclinación de ellos por la idolatría, pero también del paganismo reinante en la tierra por conquistar. Cuando a Josué se le entregó la final tarea de llevar a Israel a la tierra prometida, el énfasis en guardar la palabra y la importancia de poner todo su esfuerzo en lograrla, quedó evidenciado en Josué 1:7-8. En el camino nuevo que estamos por realizar en este 2015, las demandas no podrían ser otras. Si queremos que nuestro recorrido por este nuevo tiempo tenga éxito, la palabra de Dios no debe apartarse ninguno de los días de este recorrido (Sal. 1:2). ¿Qué importancia tendrá el guardar la palabra este nuevo año? ¿Puede imaginarse lo que hará en nuestras vidas que cada palabra leída sea guardada en la vida? 

2. Cuidarás de ponerla por obra v. 1. 
 
Ahora vea esto. Una cosa es guardar la palabra como la gran defensa del corazón, y otra muy distinta es de cuidarla para “ponerla por obra”. Esta parte es lo que llamaríamos la palabra en puesta en acción. A Israel se le instruyó sobre la necesidad de practicar la palabra de Dios como garantía de su más rotundo éxito espiritual y material. Los resultados no podían ser mejores: “…para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis y poseáis la tierra que Jehová prometió con juramento a vuestros padres”. Israel desconocía los caminos de la tierra prometida. El entrar a un lugar donde jamás se había vivido, era una incertidumbre para los nuevos visitantes. La necesidad de poner por obra la palabra de Dios, era la única garantía de vida para una larga vida, acompañada de multiplicación familiar. “Poner la palabra por obra”, es darle una asignación a todas las cosas que compete a mi condición espiritual para temer a mi Dios y no pecar contra él, pero también lo que respecta la obra evangelística con el perdido. Sobre el poner por obra la palabra, Santiago 1:22 nos llama a ser “hacedores” de ella. 

II. EL CAMINO POR RECORRER SE NOS ABRE PARA QUE LO VIVAMOS A LA ALTURA DE LA GRACIA QUE NOS ESPERA
1. La gracia de Dios es poseer algo que otro hizo (6:10, 11).
 
Creo que ninguna descripción es tan exacta de la gracia como la que nos presenta este texto. ¿Se imagina mudarse a un lugar donde le regalen su casa, equipada con todo, pero además abastecida con toda clase de comida? ¿Se imagina poseer un lugar con todas las cosas que necesito, las cuales otro hizo y me las dejó para mi disfrute? Pues Israel vivió esa experiencia. La gracia es el don inmerecido de Dios a los hombres. Es la acción de un Dios que nos amó tanto que equipó la “despensa de nuestra vida”, sin que nosotros hayamos hecho nada para eso. La seguridad de esta promesa tuvo que llenar a Israel de profundo gozo al momento de poseer la tierra que se les prometió. De esta manera, y en especial para nosotros, en el “camino por recorrer” esta promesa se constituye en un olor a triunfo; en una nota que presagia una victoria. Seguramente el nuevo año que ha comenzado estará lleno de inseguridad para algunos, pero el saber que ya Dios dispuso lo necesario para transitar por él, debe llenarnos de regocijo. Su gracia nos sobre abundado para entrar en él. 

2. La gracia de Dios es infinita en sus recursos (8:7-9). 
 
Muchas cosas podrían definir a Dios como alguien inagotable en todos sus atributos. Escoja cualquiera de ellos y le aseguro que será inagotable. Pero ningún asunto de lo que él posee por su naturaleza divina lo hace tan inagotable, como lo es su gracia. En la vida tenemos carencia de todo; con mucha frecuencia se agota lo que poseemos. En algunos lugares más que otros la escasez es parte de su cotidianidad. Ahora bien, ¿no es consolador leer una promesa de esta magnitud proveniente del Dios que lo posee todo? Si para Israel fue confortante saber que la tierra que iban a conquistar ya estaba dotada de todos estos recursos, ¿no es interesante pensar que esta misma promesa Dios la extiende delante de nosotros al iniciarnos en este nuevo periodo de la vida? El largo desierto para Israel plantea estacionarse en una tierra cuyas características serían estas: “tierra en la cual no comerás el pan con escasez, ni te faltará nada en ella…”. La certeza de esta promesa la tomamos para nosotros mismos. Damos por sentado que la gracia de Dios es inagotable. Bien pudieran avecinarse tiempos de incertidumbre espiritual, emocional o física, pero la gracia de Dios no será escasa. 

III. EL CAMINO POR RECORRER NOS INVITA A RECONOCER DE DÓNDE VENDRÁ LA PROSPERIDAD

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