(Santiago 1:22-24) nos afirma: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era”.

La mejor alternativa es mirar pausadamente y actuar conforme a lo que vemos. Posteriormente santiago declara: «Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace» (1:25).

De nada nos sirve oír la palabra de Dios si no hacemos nada, nos engañamos a nosotros mismos.  En cambio cuando nos examinamos, cuando meditamos en su palabra que nos revela la verdad y obedecemos sus instrucciones, reconociendo que debemos morir a las apariencias y llevar una vida real caminando con el Señor, Jesús nos libera de todo lo que nos impide parecernos cada día más a Él.